Hablemos de dolor pélvico
Sentir dolor nunca es fácil, mucho menos para quien lo padece, ni tampoco es un tema agradable del que hablar, sobre todo en un mundo tan diverso como la maternidad, donde todo parece felicidad y arco iris. El dolor, además, va más allá de lo puramente físico, de la cicatriz, la lesión o el desgarro. El dolor es complejo, subjetivo, personal y afecta a múltiples aspectos de la vida.
El dolor en la maternidad no sólo puede aparecer durante un embarazo o postparto. Existen muchas más causas que generan lo que, a grandes rasgos, denominamos “dolor pélvico”, un término muy amplio que sin embargo es habitualmente visto como un cajón de sastre donde caben todo tipo de afecciones.
El dolor en la maternidad puede aparecer con más intensidad en partes del cuerpo (vagina, vulva, pelvis, ano) afectadas durante el proceso de embarazo, parto y postparto. Es habitual normalizar el dolor, muchas veces porque son patologías difíciles de detectar en consultas médicas apresuradas y sin seguimiento. Por ello, muchas pacientes se ven obligadas a peregrinar de un profesional a otro sin encontrar una solución y a veces, recibiendo un diagnóstico de un dolor asociado a patologías psicológicas o que se tratan con un ibuprofeno diario. Este camino suele despertar mucha frustración, dudas, inseguridades o miedos en la mujer que lo sufre, incluso a veces, encontramos conformismo y resignación con el dolor.
La realidad es que hoy en día existen tratamientos integrativos que podemos realizar para mejorar la calidad de vida del paciente y disminuir el dolor, incluso, hacerlo desaparecer. La fisioterapia de suelo pélvico es la especialidad que acompaña a mujeres en la búsqueda y definición de la causa del dolor y el tratamiento. Puede existir una causa a nivel estructural que provoque ese dolor, o una patología mayor que se manifieste en dolor. Abordarlo de forma complementaria con otros profesionales, puede conseguir resultados muy buenos en la calidad de vida de la paciente.
Normalizar el dolor nunca es la solución. El dolor tiene una causa y, por ende, también una solución. Esta solución puede ser un tratamiento multidisciplinar, largo y de evolución lenta, pero siempre hay esperanza para volver a reencontrarnos con nuestro cuerpo.
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